Con "Maldita verdad" llegamos al final de la trilogía de la culpa, como la ha llamado la autora.
Yo añadiría además que de la culpa, es la trilogía de la angustia. Angustia de la que el lector no puede escaparse. ¿Por qué? Bueno, primero porque las tramas están basadas en hechos y personajes que son "normales". Es gente de a pie, como tu y como yo, que viven en ciudades cercanas, en barrios conocidos, a los que les ocurren hechos que nos podrían pasar a cada uno de nosotros en cualquier momento, y es desde allí adonde llegas a la angustia.
Angustia porque ves el sufrimiento, ves la fatalidad, la desgracia que se cierne sobre los personajes ocasionada casi siempre por un hecho sutil que en cualquier otro momento no hubiera desencadenado circunstancias que llevan al desarrollo de las tres tramas: una llamada de teléfono, una maleta que nadie recoge, un mando a distancia que no aparece. ¿A quien no le ha pasado algo así alguna vez en su vida?
Hay pocos policías en las novelas de Empar. Tampoco hacen falta. No es desde este ángulo desde donde escribe. Sus relatos nos hacen ver el punto de vista de las víctimas. Víctimas que no solo son aquellas que se van. Son aquellas que se quedan con la culpa.
Cotidianidad. Fatalidad. Culpabilidad. Y a todo ello sumarle el buen hacer de Empar Fernández, magnífica escritora, que relata como nadie estos escenarios. Si aún no la has leído, estas de suerte. Tienes por delante "La mujer que no bajó del avión", "La última llamada" y "Maldita verdad".
No hay comentarios:
Publicar un comentario